La masonería es un sistema moral que se comunica a través de diversos símbolos, los cuales son fruto de una rigurosa investigación cultural e histórica que ha tenido como objetivo preservar los significados y enseñanzas contenidos en ellos. Los masones hablamos en clave, dominamos nuestro propio idioma, lo sentimos y así mismo lo transmitimos.
Somos cómplices de un código que fue creado hace aproximadamente trescientos años. Mediante este mismo hemos podido preservar mucho del conocimiento que hoy nos es transmitido en rituales, textos y planchas. Dentro de la moral masónica se nos pide ser hombres virtuosos, conocedores de las diferentes corrientes del pensamiento, ser amantes de la belleza y de las artes, así como se nos demanda poseer aptitudes racionales que soporten nuestro pensamiento crítico. Por eso mismo considero un deber masónico el procurar por la virtud individual y colectiva de nuestros miembros, pues una vez se adquieran estas aptitudes se podrá comunicar de manera efectiva y diversa el pensamiento humanista y progresista del que la masonería ha sido vehículo a través de la historia. Por esta razón a manera de impulso introduciré el lenguaje musical dentro del saco de herramientas que un masón debe cargar en su día a día.
Hermes Trismegisto en su texto El Kybalion expresa que ¨Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra. ¨ Esta sabiduría antigua, herencia de los primeros místicos, fue transmitida y estudiada durante varios periodos de la historia llegando hasta nuestros días a los horizontes de la física teórica, la cual mediante la teoría de cuerdas ha logrado proponer la premisa fundamentada de que todas las partículas que conforman la materia son estados vibracionales de un objeto denominado filamento o cuerda. Si partimos de este punto, podemos concebir que el sonido y en especial la música pueden tener un impacto sumamente poderoso sobre nuestra estructura no solo etérea sino material. La música se define como: ¨Arte de combinar los sonidos en una secuencia temporal atendiendo a las leyes de la armonía, la melodía y el ritmo¨. En otras palabras, la música es una conjunción de sonidos filtrada de manera racional e intuitiva. Dicha disciplina ha sido empapada por el desarrollo cultural de muchos pueblos que la han concebido como un elemento sublime dentro de lo ritual y lo estético. Dentro de algunos usos que se le ha dado a la música en diferentes culturas han estado los usos ritualísticos (diversas religiones) los usos marciales y patrióticos, los de entretenimiento y los medicinales (musicoterapia).
Actualmente este oficio ha sido subvalorado, pues ha pasado de ser tener un valor trascendental a ser parte de una industria efímera. La cultura del dinero y de la apariencia ha orientado la música popular hacia discursos básicos que permean a los individuos y los invitan a la mediocridad racional y a la ignorancia colectiva. Es aquí donde la masonería actual podría entrar a jugar un papel importante al rescatar la intención primordial de la música, como o hicieron los grandes compositores renacentistas (muchos de ellos hermanos) y darle un valor no solo estético sino interdisciplinar para así convertirla en una herramienta transversal que atraviese los campos sociales, culturales, educativos y científicos del actual colectivo humano.
Si el masón compusiera música con intenciones holísticas y discursivas se encontraría con una de las herramientas de comunicación más masivas de la sociedad actual, tocaría las fibras de las juventudes, los motivaría a trabajar por el cambio, así mismo haría recapacitar a más de uno a la hora de actuar erróneamente. Si el masón compusiera música podría educar a través de la misma, no solo a una población especifica sino a sí mismo, el masón puede enseñar mediante la música a escuchar a los demás, a recibir los acordes que cada individuo puede aportar a nuestra progresión armónica y a resolver todas las sensibles que se presenten en nuestro día a día. Si el masón compusiera música podría curar las enfermedades del alma, así como reestructurar los poliedros vibrantes que componen nuestras cadenas de ADN. Si el masón compusiera música comprendería la importancia de la intuición, de la reflexión, de la introspección y de la conciencia pues aprendería a escuchar las canciones de la naturaleza propia del ser. Así mismo si dominara el lenguaje musical podría entonar de manera acertada cada palabra que emane de su ser para así emitir de manera más acertada y convincente todos sus discursos. La verdadera virtud del masón se vería evidenciada en su capacidad de manipular la mayor cantidad de lenguajes y formas de comunicación para poder transformar la realidad misma mediante un mensaje que se vuelva obra y deje huella. Es aquí cuando a partir de estos lenguajes se pueden crear híbridos que proyecten de manera más acertada una perspectiva especifica de la realidad. Por ejemplo, si mezclamos el lenguaje musical con el idioma, podemos obtener herramientas de comunicación como la canción, si mezclamos el lenguaje musical con la ciencia podemos obtener métodos de musicoterapia y si mezclamos el lenguaje musical con el matemático, podemos obtener series y secuencias que alteren nuestra psiquis.
La música es solo una de las muchas herramientas que puede utilizar el masón, una de las más poderosas, por eso este documento es una invitación a que nos acerquemos de manera más consciente a lo que podría ser una de las puertas y de los ejes fundamentales de instrucción masónica, pues el sonido viaja con el aire, el cual está presente en todas partes, tal y cómo la masonería debería estarlo. Somos música, estamos hechos de ella y por eso nos sentimos tan bien cuando se entona una melodía preciosa acompañada de las dinámicas y de las texturas precisas. Una vez sometidosa la belleza de la música, nuestro instinto animal se adormecerá para dar paso al hombre virtuoso, el cual estará dispuesto a escuchar de manera atenta y consciente las necesidadesque aquejan la realidad de nuestros días.
Por: Sebastián Izáciga Vega.
De los Maestros Secretos